La Mosca (1986)

Director: David Cronemberg

Guionistas: Charles Edward Pogue, basado en una historia corta de George Langelaan

Interpretes: Jeff Goldblum, Geena Davis, John Getz

Año: 1986

País: USA

Duración: 95 minutos, aprox.

Caballeros, estamos ante un drama. Si, soy consciente de que mis palabras pueden causar cierta confusión, e incluso puede dar que pensar que, por aquello de la intertextualidad (Ana Rosa dixit), se me haya ido la pinza y haya confundido encabezamiento y crítica. Pero nada más lejos de la realidad, compañeros frikis. Soy consciente que esta ficha es la de la película “La Mosca”, remake que en 1986 hizo David Cronenberg de la película de 1954 de Kurt Neuman.
Pero el bueno de David, en lugar de optar por la copia fácil, cuyos posibles fallos de factura fueran cubiertos por unos convincentes efectos visuales, decidió hacer una película de ciencia ficción muy poco al uso, aunque cogiendo el toro por los cuernos, desnudo la idea principal de la película y la traslado al plano de la relación sentimental entre los protagonistas del film, usando de esta manera la transformación externa del personaje de Seth Brundle (Jeff Goldblum) como indicativo del la transformación interior, menos expresiva pero mucho más poderosa, del mismo.
El detonante de este cambio es, como no, el fallido intento de transportación molecular que lleva a cabo. Al irse transformando paulatinamente en un hibrido mosca-humano, su comportamiento va cambiando de manera paralela, pero la pregunta que se queda en el aire sin responder es que si este cambio ha sido producido por un cambio fisiológico, o bien si, sin embargo, se ha producido cuando se ha dado cuenta de todo el poder adquirido al inventar una máquina de transportación molecular. Dicho de otro modo, que qué fue antes, si la gallina, o el huevo. Por que si la transformación tanto física cono anímica del personaje viene dada por el accidente de laboratorio, eso no explica el pro qué un científico toma tan pocas precauciones a la hora de experimentar (¡y más con si mismo!), sobre todo siendo, literalmente, el padre de la criatura. Pero este error de laboratorio se produce por que Seth Brundle desea ser el primero en ser el nuevo Prometeo, lo que explica sus prisas y su falta de medidas de seguridad que conlleva a su ulterior transformación en un ser francamente muy poco definible.
¿De no haber sido tan egoísta, de haber dado a conocer experimentalmente su trabajo, esto se habría evitado? Seguramente, si. Le habrían dado fondos con los que contratar un equipo de laboratorio (o al menos becarios con los que experimentar) y se hubiera, seguramente, evitado la tragedia y por ende, la película, cosa que afortunadamente, no sucedió.
Así que. . . ¿por que no lo hizo? Creo que la respuesta viene dada por uno de los pecados capitales (gracias, Fincher), la envidia. Seguramente, si Brundle hubiera actuado de manera lógica y normal, alguien más espabilado que el (no en vano, ni siquiera piensa en que ponerse cada mañana, si no que tiene todos sus trajes y complementos iguales) se hubiera aprovechado de el, o bien ni siquiera el mundo hubiera sabido de su genio, como se dice en estos casos.
Pero neuras y conspiraciones mulderianas aparte, resulta extraño que, al darse cuenta de lo que le esta sucediendo, no le ponga freno, máxime si tenemos en cuenta que en su predecesora de 1954, tratan de buscar la pequeña mosca doméstica para meterla con el científico de cabeza de mosca en la máquina, agitar y servir frío, para de esta manera volver a colocar los genes de cada criatura en su sitio. El problema consistía en que en la versión de Neuman, no se podía encontrar la mosca (bueno, el hijo la encuentra, pero como de costumbre, nadie le hace caso), hasta que ya es demasiado tarde. Pero en el caso de Seth Brundle, sabe perfectamente donde está la mosca: dentro de el. Seguramente, y pensando de manera muy básica, podía haber usado la propia máquina para “filtrar” la mosca de su persona, teniendo dos vainas de transportación como tenía y un poco de ADN suyo (en el baño, seguro que lo encontraría a patadas, o si no que llame a los de CSI Las Vegas). Entonces. . . ¿por que no lo hace?
Bueno, es fácil, sobre todo si tenemos en cuenta que cuando Stan Lee estaba pensando en el nombre que daría a su más famosa creación, vio una mosca en la pared, pero pensó, acertadamente, que a nadie le gustaría un superhéroe llamado “El hombre mosca”, y finalmente lo cambió por “El hombre araña”. Pero, nombres aparte, los poderes iban a ser parecidos, sobre todo en lo que velocidad, fuerza y destreza se refiere, de manera que cuando Seth Brundle se da cuenta del nuevo poder que tiene, da por bienvenido el accidente que le convirtió en lo que es ahora, dejándose seducir por el poder, a pesar que le esta matando por dentro, o mejor dicho, transformándole de dentro a afuera. Estos nuevos poderes, y más aún, esa sensación de todopoderoso de Seth Brundle, hace que deje de ser el científico apocado que es al principio de la película y se vaya transformando en un diosecillo malvado, quién sabe si mostrando así su verdadera personalidad o bien siendo esta causa del accidente, cuya culpa la tiene única y exclusivamente el, y no la pobre mosca que estaba dando vueltas por su laboratorio.
Visto desde este punto de vista, la transformación de Seth Brundle es más parecida a una metamorfosis que a una mutación, pues el monstruo en el que se convierte no es más que un reflejo de lo que es en su interior, metaforizando de esta manera con que el mal puede adquirir muchas formas, incluso la de un apocado científico de la que al principio se enamora una periodista (Geena Davis) pero que al final, se transforma en un ser con ansias de poder, que no duda en, llegado un punto de no retorno, el querer usar a otro ser humano como cura propia para volver a la normalidad.
Es aquí cuando la película juega su mejor baza dejando sin responder la pregunta de que hubiera pasado de tener éxito Brundle al curarse ¿hubiera vuelto a ser el mismo hombre que era la principio de todo? Cierto es que, seguramente tendría una fe inquebrantable en la ciencia, ya que se pudo curar gracias a ella, pero recordemos igualmente que “enfermó2 por ella (aunque más bien por sus desaforadas ganas de saber que hay al final del camino de baldosa amarillas). De este modo, la ciencia actuaría como una suerte de Deus ex machina, salvando el día como lo hacían los dioses en las historias clásicas, pero sería un final muy tibio. Sin embargo, al sacrificarse finalmente Brundle, cabe preguntarse si lo hizo por llegar ya un punto en que su deformidad era incurable, o bien por que en un último gesto de humanidad, se da cuenta irónicamente de que ya no era humano desde hacía tiempo, y no sólo por su mutación, si no fundamentalmente por su acciones, y quizá, lo que es más importante, que ha usado la ciencia en beneficio propio y que incluso ha llegado a querer usar a una persona como receptora de la mutación para salvarse, cuando su tarea como científico es mejorar la vida de las personas y no acabar con ellas, o en el mejor de los casos, transmitirles una mutación incurable.
Por último, y mostrando que es cierto eso de los siete grados de separación, me gustaría saber si sois capaces de reconocer a uno de los grandes científicos peliculeros de los 80 y 90 en la escena del bar. Claro que sin su melena blanca y sus ojos pardos de cachorrillo, pierde bastante, la verdad. . .

Excelente post, que demuestra que su autor no sólo se ha limitado a ver la película sin más (algo por desgracia muy habitual).

Aunque confieso que nunca me había echo muchas de las preguntas que aquí se formulan como la de ¿que hubiera ocurrido de haber conseguido revertir su estado?, esta es junto a "La Cosa", una de esas películas que para mi gusto superan ampliamente al film original que "remakean". Por desgracia, eso también es algo que no suele ocurrir a menudo.