Título: Agáchate maldito
Director: Sergio Leone
Guión: Segio Leone
Música: Ennio Morricone
Producción: MGM/UA
Actores: James Coburn, Rod Steiger, Maria Monti, Rik Battaglia, Franco Graziosi
Año: 1971
Duración: 136 minutos
A veces, la vida tiene una manera extraña de decirte las cosas. El otro día estaba yo en el metro cuando entraron un par de chavales, de esos que seguramente tendrán algún día de estos una TMI (Text Message Injury, o lesión por mensajes de móvil de tanto darle al aparato. . . .electrónico) y uno de ellos lucía una camiseta en el que en letras grandes se podía leer atticus, y en la parte anterior, la silueta de un pájaro muerto y mucha gente señalándolo.
El que tenga un poco de aquello que antes se llamaba cultura general y ahora se llama pérdida de tiempo, se habrá dado cuenta de que la susodicha camiseta hacía una extraña, pero no por ello menos cómplice referencia a la nóvela o la película homónima de “Matar a un ruiseñor”, cuyo protagonista, genialmente encarnado por Gregory Peck, tenía el extraño e hipnotizante (siempre me lo ha parecido) nombre de Atticus Finch.
Y estaba yo pensando en que si el zagal sabría, a ciencia cierta, las referencias culturales que llevaba como vestimenta. Evidentemente no le quise preguntar por aquello de no llevarme un chasco y/o de hacer de abuelo Cebolleta. Y casi a renglón seguido me pregunté, sorprendiéndome a mi mismo, si igualmente desconocería la épica subyacente en los films de Sergio Leone. De hecho, estoy escribiendo estas líneas mientras escucho y de vez en cuando, le echo un ojo a “Por un puñado de dólares”, que aunque me parece una película inferior a “La muerte tenía un precio”, a un tal McFly no debió de parecérselo tanto cuando le permitió salvar por tercera vez los muebles y volver o no acabar de irse, todavía tengo esa duda, del pasado o del futuro.
La razón de por que me híce esa pregunta era por que, subconscientemente, era presa de la cámpaña mediática de “Málditos Bastardos”, que se mire por donde se mire es un western disfrazado de película bélica (como también lo es “Una Nueva Esperanza”, pero esta vez tras las vestiduras de la Ci-Fi más grimmiana), y a ver si de una vez Tarantino hace un western y se deja de marear la perdiz. Aunque lo mismo juega a eso, vaya usted a saber. Yo, por si acaso no me voy a quejar, no sea que le entre complejo de autor de culto y acabe haciendo lynchiadas.
El caso es que, en la película que nos ocupa, como en casi todas de las de Leone, la épica es básicamente el marchamo con el que los personajes se mueven o se encuentran de bruces con ella, para su bien o para su mal, por que ya se sabe que en las películas de Leone, los personajes estan siempre a merced de la historia, y no al revés.
De hecho, es casi una constante que los héroes Leonianos, vayan a por lana y salgan trasquilados, pero eso si, con una importante lección aprendida que les hace a todos ser mejores (o cadáveres) después de su periplo por tierras de su señor Leone.
Igualmente, es bastante normal que los personajes se presenten tanto de manera individual como en monstruos de dos o tres cabezas, pero extrañamente todos son necesarios y complementarios entre si para mostrar las cartas y la personalidad de los protagonistas a lo largo de la cinta. Esta relación de amor odio, funcionó (y funciona) con actores de lo más dispares, como en su día fueron Lee Van Cleef(el malo, Sentencia) el tío Clint (el bueno, el Rubio) y Eli Wallach (el feo, el Turco), actor secundario de lujo que hasta incluso se ha fogueado en el cine hispánico más aprovechado (que no provechoso, oiga) y olvidable, o incluso los mismísimos James Coburn y Rod Steiger. Recordemos que el primero hizo sus pinitos en el cine de espías, como el agente Flint con, al menos que yo sepa dos películas deudoras del flemático muchachote del MI5, y el otro hízo espléndidamente (no en vano, le sirvió para ganarse muy merecidamente el Oscar) de sheriff “racista-pero-menos” de la ciudad que acabó a pies del agente Tibbs.
Evidentemente hay que quitarse el sombrero ante el grande Sergio, por tener en su mano la piedra filosofal que hacía funcionar esa extraña mezcla de personalidades variadas, historias enrevesadas y épicas vividas por personajes cuya vida dista mucho de ser la de aquellos llamados a ser héroes. Este caso sigue la planilla con el jefe de una banda de asaltadores mexicanos de caminos, que curiosamente, afirma que son todos hijos suyos, y un irlandés que tuvo que huir precipitadamente de su verde paraíso por juntarse con gente que no quería tener un Reino unido, precisamente.
Por supuesto, que el gancho para que esta pareja de vividores haga algo juntos, es el conseguir hacer un mundo mejor. Vamos, que quieren robar a los ricos para dárselo a los pobres, pero antes prefieren contar el dinero para estar seguros de hacer bien el reparto durante unos, digamos 50 años en la tierra esa del águila calva.
Si la película funciona, y a fé que lo hace, aunque quizá sea una de las menos conocidas de Leone, es por el contrapunto de tener unos personajes que paulatinamente van intercambiando sus roles hasta al final olvidar el querer enriquecerse monetariamente a, por fin, hacer las cosas como deben por el bien de todos. Se notan trazas de redención más en el personaje de Coburn que, desde luego en el de Steiger, si bien el segundo quiere aprender del primero ya desde prácticamente el momento de haberse conocido, y al segundo le resulta tan divertida la broma, que la estira hasta que la broma deja de tener gracia y se transforma en su victima.
Esta película se puede decir que es una “rara avis” en la filmografía de Leone, no tanto por que no es de las más conocidas, como por hacer que la heroicidad recaiga en cierto momento de la cinta en un personaje secundario como lo es el doctor, y no al estilo del oficial moribundo en “El bueno. . .”, si no actuando activamente en la resolución final de la trama.
En medio, está la revolución mejicana (como en El bueno, el feo y el malo está la Guerra de Secesión americana), la ayuda internacional al emperador Maximiliano, y las máquinas de guerra europeas frente a las horcas de los labriegos.
Como aproximadamente la acción se desarrolla durante los albores de la Primera Guerra Mundial, el enfrentamiento entre el oficial alemán y el personaje de Coburn forma ya una épica propia de la que tendría entre sus compatriotas poco tiempo después, por lo que buena parte de la épica de la película recae sobre el personaje de Steiger y de, como no, la música (no en vano, papa Morricone se encarga de la misma . . .otra vez, afortunadamente).
Es curiosa la casi fijación de Leone por mostrar pequeños conflictos dentro de grandes conflictos, como si quisiera retratar un microcosmos dentro de un macrocosmos, o como si quisiera mostrarnos que incluso los personajes más en entredicho de su filmografía de desierto y balas (otro día hablaremos de su incursión en el peplum con “El Coloso de Rodas”), no son tan malos como aquellos en los que la sociedad ha depositado su confianza para que les devuelva su status quo, aunque sea nadando entre el alma roja de los que creen en otro orden social.
Esta contraposición héroe/mundo es, en realidad deudora de la mitología griega clásica, en el que el héroe debe de enfrentarse a las pruebas que le mandan los dioses (aunque sea en forma de hombres), situándose el héroe en medio de dos facciones enfrentadas de los mismos (vaya usted a saber por qué, aunque eso es lo de menos) para conseguir su objetivo, que comúnmente en la filmografía de Leone se identifica más con el Vellocino de oro que con la típica princesa de ojos rasgados y caderas hipnóticas.
Puede parecer un contrasentido, lo sé, que diga que la mitología griega tiene su reflejo, y no muy deformado, en un género tan ecléctico como lo es el western, pero basta con fijarse en “El bueno, el feo y el malo”, en la misma “Agáchate maldito” o incluso en “Por un puñado de dólares”, aunque en este caso el conflicto entre “dioses” sea más local y entre los Baxter y los Rojo.
De hecho, creo que en “El bueno. . . .” la épica está mucho más marcada por la inclusión en la banda sonora de esos coros de voces femeninas, que recuerdan la parte humana, y por tanto, mortal de todo héroe, repetido y aumentado en “Agáchate maldito”, siendo la parte visual de algunas de las películas leonianas por excelencia, incluso en algunos tramos de la mismas, menos importante que la música en si, aunque lo habitual es que se complementen en unas pinceladas para nada nihilistas de el héroe y su entorno, aunque en el caso de la cinta de Steiger y Coburn, deje algún que otro tufillo a la famosa escena de la bicicleta en “Dos hombres y un destino”.
Pero da igual. Leone sabe atraparte en su tela de araña y no soltarte hasta que se convence de que te ha contado una buena historia, y ¡ay!, si eso pasase hoy en día . . .¡cuanta gente saldría del cine con una sonrisa en la boca en lugar de la sensación de haber sido estafada!
Pero dejémonos de perorata de bar. Volvamos al irlandés y al mexicano (y no, no es que vayamos a irnos de parranda y luego a cenar, no).
En realidad, el irlandés sabe que, haga lo que haga, morirá pronto, y la verdad es que no le importa mucho por aquello que dejó en el viejo continente y que sabe imposible de recuperar. Pero como buen católico, no se puede suicidar, aunque lo intente, siendo seguramente la primera fashion victim tal cual de la historia.
¿Y que piensa de esto Juan Miranda, el personaje de Steiger? Al principio, la idea no le gusta nada por que quiere usar a John Mallory para sus propios fines, pero el propio destino le ha marcado una trayectoria quizá paralela pero muy alejada de sus intereses primigenios, y a medida que estos nuevos intereses se van descubriendo, va igualmente dándose cuenta de que quizá compartir el destino de su amigo no sea tan malo si se hace de la manera adecuada y por los motivos adecuados. Pero claro, el no ha llegado todavía a la fase de afrontar la realidad, aunque sabe que probablemente, en un país en guerra y del bando de los rebeldes perseguidos por los amigos europeos de Maximiliano, no es que vaya a durar mucho. Pero la esperanza (y el oro) es lo último que se pierde. Aunque el tesoro no sea tangible.
Quien sabe. Después de todo puede que Mallory si que encontrase el oro al final del arco iris.
Y esa, señores, es la enseñanza del maestro Leone.
No la olvidéis. Poned épica en vuestra vida.
Y empezad a vividla de una vez.