Dura. No nos engañemos, la película de Illadis es tremendamente dura. Pero no podía ser de otra manera si quería ser digna sucesora de la original de Craven y Cunningham, que seguro han quedado satisfechos por haber vuelto a hacer una película (aunque en este caso, como productores) que pueda revolver las conciencias de la gente bienpensante mostrando la naturaleza de la violencia tal y como es, sin tapujos ni medias tintas.
La razón no es el hacer una película truculenta, de tripas, para atraer al público que disfrute con según que cosas o siendo escandalizado, si no por desgracia mostrar lo que realmente ocurre cuando se cruzan la ingenuidad con la violencia como modo de definirse.
De hecho, la verdadera acumulación de cadáveres comienza en el tercio final de la película, allanado Illadis el terreno con anterioridad para mostrarnos el estilo de vida paralelo de unos y de otros, con el curioso punto especular en común de que si bien unos se encargan de matar a quienes consideren necesario, otro se encarga de salvar vidas.
Este punto de partida, tanto personal como familiar, sirve para definir dos estilos de vida divergentes, pero por lo que parece, escogidos con libertad y alegría tanto por unos como por otros. Esto hace preguntarse si realmente, el Hombre es o no bueno por naturaleza, enfrentando ambas concepciones.
El verdadero terror comienza cuando han de dar el paso para pasar de la luz a la oscuridad, olvidando promesas y educación, para conservar lo que realmente importa, no siendo esto tanto la vida propia como si la de los seres queridos, olvidando la delgada capa de civilización que diferencia a unos de otros que, en el fondo y no en la forma, son idénticos.
El verdadero mérito de Illadis ha sido el conseguir una película alejada del leit motiv slasher, haciendo sin embargo una dura reflexión, pero dura al fin y al cabo, del por que de las motivaciones de la violencia entre los seres humanos, aunque desde luego haya que saber leer muy finamente entre líneas para conseguirlo, cimentándose todo finalemente en la necesidad de poseer algo que nadie más tiene, aunque sea quitándoselo a la fuerza y acabar transformándolo en algo sucio y alejado de su primigenia pureza, por lo que la búsqueda debe de continuar prácticamente ad eternum.
Esta búsqueda no se detiene en ambages, si no que como comúnmente se diría en castellano, tira por la calle de en medio y aplica eso de que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta, lo cual se agradece ya que la película prescinde de un estudio psicológico pormenorizado de los personajes, que por otro lado no necesitan pues en su simplicidad reside su belleza, definiéndose ellos mismos por sus acciones y sin necesidad de casi ningún tipo de apunte biográfico, lo que ayuda a que se puedan parecer a casi cualquier persona que nos crucemos por la calle, reforzando la idea de que nos puede pasar lo que sucede en la película.
Sin embargo, no se debe de pensar que debido a esto, los personajes están poco definidos, pues como se suele decir, una imagen vale más que mil palabras y el acertado casting de la película consigue el hacer creíbles unos personajes que, de haberse enfocado de otra manera hubieran parecido sobreactuados y excesivos, pero que en este caso están constreñidos por el buen hacer de Illadis tras la cámara y seguramente, de Craven y Cunningham en el papel de sufridos progenitores.
En resumen se trata de una película bastante dura de ver, por que es descarnadamente realista en el acertado esbozo de los personajes y de sus acciones, y que a más de uno le costará digerir.
Al final, se nota un guiño a Cunningham quizá un tanto excesivo. Pero bueno, al fin y al cabo es uno de los padres de la criatura original ¿verdad?
Una criatura que debería de tener bastante pelusa de su hermanita recién nacida, a tenor de lo visto.