Crítica de "The proposal"

Normalmente las comedias románticas se rigen por el esquema de chico encuentra chica, chico pierde chica de manera estúpida y chico recupera chica. Pocas veces los roles suelen ser intercambiados, por mor de la existencia de unas reglas no escritas que funcionan por que la mayoría del público adicto a este género ha pasado por circunstancias similares. El problema es que la repetición de este esquema no hace de por si buena a una película de estas características, a menos que se introduzca en el algún giro adecuado que revele una sensación de cambio. Vamos, lo que en otras palabras menos cargantes sería un soplo de aire fresco.
En este caso, el arranque de la película usa muy bien de la música como elemento aglutinador de la presentación de los personajes, lo que la hace más llevadera de por si. Si a eso le sumamos unos actores inspirados y centrados en sus respectivos roles (Sandra Bullock y Ryan Reynolds), y una premisa argumental sólida y apoyada en la propia idiosincrasia de los mismos, se puede intuir fácilmente que estamos ante una rara avis en lo que a comedias románticas se refiere.


Normalmente, cuando se trata de una película e este tipo, siempre se nos hace un esbozo bastante somero de la psicología de los personajes para centrarse en el proceso de enamoramiento en si. El gran acierto de esta película y de su directora, Anne Fletcher, es la que mezclar ambos procesos de manera que no se sabe cuando acaba uno y empieza otro, algo que sucede todos los días en la vida real, por que dudo mucho que alguien pueda poner fecha y hora exactas a las veces que se ha enamorado.
La existencia de personajes secundarios, normalmente actuando de comparsas o de telón de fondo para el lucimiento de la pareja protagonista, no se da en este caso, y siendo sin embargo ellos los que propician los saltos cualitativos en la psicología de los personajes, los que abren la caja de Pandora de sus miserias y bondades humanas, los que, en definitiva les desnudan de cualquier máscara para mostrarlos tal y como son, y poder empezar el proceso de enamoramiento desde cero, sin ningún tipo de concesión hacia el otro, si no siendo simplemente tal y como son.


Sin embargo, no nos engañemos. Toda película de este tipo suele tener un punto flaco, que suele ser, bien la escena de sexo, o bien la escena en que los protagonistas se ven desnudos por primera vez. Es difícil, lo reconozco, idear planes para que, dos personas en principio incompatibles, puedan verse desnudas sin que ello conlleve ninguna merma en su ya de por si enfrentada relación, si no que en algún otro caso, todo lo contrario. Será que el amor ha de entrar por los ojos, digo yo. Además, esto ha de conseguirse de manera que ninguno de los dos tenga culpa del “affaire”, lo que lleva a la típica situación cogida con pinzas de la que esta película no escapa. Aunque afortunadamente, tan sólo se da una vez y ello no lastra el rico viaje iniciatico de enamoramiento de los dos personajes.


Otro aspecto que cabe destacar sobradamente de la película es su acertada combinación de momentos de comedia, con momentos más serios. Estos, se entrelazan en la trama de manera que no surge el típico problema de dientes de sierra tan odiado por los guionistas, si no que están situados de tal manera que se compensan de una manera prácticamente ideal, consiguiendo ese sabor agridulce que existe en este tipo de género sobre todo en la preparación del último tercio de la película, cuando parece que esta todo perdido y que la pareja se va a romper definitivamente.


Pero no todo es perfecto en la cinta de Fletcher, ya que parte del supuesto tan manido de que polos opuestos se atraen y enfrenta a dos personalidades completamente diferentes que, en principio no parecen encajar ni siquiera pensando eso de que uno puede completar al otro de alguna manera, aunque irónicamente, se parecen bastante en lo que quieren, pero distan un mundo de distancia en la manera de conseguirlo.
Pero evidentemente, si todo siguiera de esa manera, no habría película ni historia, en cuyo caso nos perderíamos unos personajes comicos ya de por si, la una por tratar de dar una imagen de dama de acero (con el permiso de la Thatcher) que enseguida se ve derrumbada por la existencia de una debilidad en sus planes de futuro, y el otro por ser, quizá un poco demasiado idealista en un mundillo en el que para medrar hay que dejar, o habría que dejar, la ética bajo llave en el tercer cajón de tu despacho. Del resto de personajes, es la abuela del protagonista, una fantástica Betty White, la que se transforma en la voz de la razón (será por su edad), con diferencia, la más natural de todos (quizá por que ya no tiene que esconder nada) y en la única capaz de ver a través de las brumas de los personajes para ver como son, y lo que es más importante, lo que quieren a pesar de que su orgullo les impida reconocerlo.


Y es que esa es la moraleja de la película, que el amor, puede darnos la vuelta, volvernos como realmente somos y afrontar la vida con sinceridad, sin miedos ni tapujos. Simplemente tratando de ser lo más felices que podamos. Y con suerte, buenos amigos, alguna que otra ex novia superheroica y la familia, conseguirlo.