Actores: Ziya Mirza Mohamad, Haron Ahad, Gol Gota Karimi, Khojeh Nader, Yasin Tavildar
¿Qué es el cine? O mejor dicho ¿Para que sirve el cine? Creo que la primera respuesta es obvia y basada en su capacidad lúdica. Pero en realidad hay más, mucho más. No olvidemos que, sea lo que sea el cine es ante todo testigo de su tiempo, por más que afortunadamente siempre existan películas atemporales.
Pero hay veces que, en esa vocación de notario de la realidad, es capaz de poner el dedo en la llaga en las heridas de una sociedad y un mundo cada vez menos humano, pero no alienígena. He ahí el problema. Precisamente, esta deshumanización es la piedra angular sobre la que se sustenta
El caballo de dos piernas en la que la necesidad lleva a un chico de la calle a hacer literalmente de caballo de otro que se ha quedado sin piernas, debido a designios más humanos que divinos y en forma de mina antipersona.
Ya el arranque de la película deja bien a las claras los terrenos que va a pisar, con un enjambre de chicos que por un dólar diario, pueden hacer lo que sea, incluso aunque tengan alguna tara física, como el que finalmente es elegido como rocín.
Cuando se llega a este punto de la película, uno no puede evitar el pensar que ya ha visto ese arranque decenas de veces y hasta se ve capaz de predecir que va a ver la típica historia de autosuperación personal.
Desvío equivocado. La película, desde entonces, se dirige sin miramientos y sin exhibir ningún tipo de pudor por ello, a un callejón sin salida, no tanto artístico como de la historia, aunque si que se llega a echar de menos conocer mejor las motivaciones del “caballo”. De acuerdo que ha pasado una guerra, perdiendo el rumbo que no su inocencia y que es lo que le hace seguir teniendo algún tipo de fe en el futuro que le aguarda. Pero por desgracia hay tantas barbaridades en una guerra que no hubiera estado de más perfilar, aunque solo fuera eso, las adecuadas para añadir tridimensionalidad al personaje.
Sin embargo esto es, exactamente lo que si sucede con el que ha de ser su jinete que a pesar de su corta edad, define un personaje frustrado y amargado como pocos actores adultos y profesionales son capaces de construir.
A eso unámosle una infancia traumática, la ausencia temporal del padre y unos juegos donde la violencia es a ellos lo que el balón de fútbol fue para nosotros y se puede llegar a entender el por que de ese comportamiento inexcusable de cualquier otro modo. Esta mezcla de personalidades debería de ser la que, al entrechocar entre si, produjera la chispa dramática necesaria para el posterior desarrollo de la trama.
Sin embargo, debido a la pasividad del “caballo” y a la falta de opciones dramáticas para el mismo, la película acaba por convertirse en una sucesión de postales neocostrumbristas en las que ambos a dos, caballo y caballista tratan de hallar sentido a sus vidas, el uno por que de no hacer de caballo estaría perdido y sin rumbo en la vida, mientras que el otro trata de ahogar su frustración usando el poder que le da el dinero para conseguir humillar a los que son menos poderosos que el, aunque en realidad, eso sólo sirva para escarbar y hundirse poco a poco más en su propia miseria moral.
Y esa miseria se ve representada por su inutilidad frente a los vaivenes de la vida que queda tras una guerra. En cualquier caso, resulta difícil decir quién sale ganador en esa supuesta lucha, si es que realmente se puede hablar de ganadores en un mundo donde guerras sin sentido dejan vidas sin sentido, donde los niños maduran de golpe copiando roles de los adultos pero sin sopesar su consistencia moral, y donde si la vida de un hombre vale el precio de una bala, su dignidad y futuro aún menos. Por desgracia, esta película se hace necesaria de ver precisamente por su difícil lectura y la crudeza de su resolución, con un final tremendamente simple y lógico, pero a la vez destructor de los últimos jirones de humanidad que quedan en un país tras una guerra. Suerte que existe esa frase que reza que la realidad supera a la ficción. Bueno, suerte puede que no sea la palabra adecuada, a menos que sea en forma de la herradura de un caballo.
De un caballo de dos piernas.