RESEÑA DE “EL BESO DE LA PANTERA” (Paul Schrader, 1982).
Navegando por el foro no he encontrado ninguna referencia a una película que a mí me apasiona, y que constituye uno de los hitos indiscutibles del terror ochentero: me estoy refiriendo a “El beso de la pantera”, de Paul Schrader (1982).
Por eso he decidido crear este post sobre ella, esperando que quienes no la hayáis visto os animéis a hacerlo, y que quienes ya la conozcáis, os animéis a redescubrirla.
“El beso de la pantera” es una de esas películas que parecen fruto de una serie de confluencias mágicas. En primer lugar, el director Paul Schrader (que, como sabéis, no sólo es un autor muy interesante, sino también uno de los mayores guionistas que nos ha dado el cine, y ahí están para confirmarlo sus trabajos con Scorsese, en “Taxi Driver”, “Toro Salvaje”, o “La última tentación de Cristo”, entre otras ), que acababa de cosechar un enorme éxito con “American Gigoló”, convenció al diseñador de producción de aquella película, Ferdinando Scarfiotti, para que colaborase con él en la nueva versión de un pequeño clásico de Jacques Tourneur, “La mujer pantera”, de 1942.
En segundo lugar, nos encontramos con una bellísima actriz en la cima de su esplendor físico, y sobre todo, fílmico: Nasstasja Kinski . Descubierta por el gran Roman Polanski en “Tess”, aunque ya había trabajado previamente en algún otro film, a lo largo de la década de los ochenta actuaría en obras maestras tales como “Corazonada”, de Coppola, o “Paris, Texas”, de Wenders.
En tercer lugar, hay que señalar el auge que experimentó en estos años el subgénero licantrópico, apoyado por los grandes avances producidos en el campo de los efectos especiales de maquillaje, dando pie a títulos hoy míticos como “Aullidos” –Joe Dante, 1981-, “Un hombre-lobo americano en Londres” –John Landis, 1981-, “En compañía de lobos” –Neil Jordan, 1984-, o “Lobos humanos”-Michael Wadleigh, 1980-.
Por último, “El beso de la pantera” se alinea junto a una serie de películas que, desde la perspectiva de los ochenta, propusieron una nueva lectura (NO “remakes”) de algunos clásicos del cine de terror de serie B de las décadas 40/50: “La cosa”- John Carpenter, 1982-, “La mosca” –David Cronenberg, 1986-, o “El terror no tiene forma” –Chuck Russell, 1988-.
Quienes hayáis visto la película os acordaréis de su argumento: la joven Irena Gallier viaja a Nueva Orleáns para reencontrarse con su hermano Paul, al que no ve desde hace mucho tiempo. En paralelo a esto, conoce a Oliver, un veterinario del zoológico local, con el que comienza una relación amorosa. Lo que Irena no sabe es que tanto ella como su hermano pertenecen a una raza milenaria de “gente felina”, que sólo pueden mantener relaciones sexuales con otros miembros de su mismo clan, o de lo contrario…¡¡ya os podéis imaginar!!.
“El beso de la pantera” basa gran parte de su fascinante atractivo en mostrar todo aquello que Tourneur se limitaba sólo a sugerir mediante un expresivo juego con las luces y las sombras, y un dominio magistral de la elipsis y del fuera de campo. El resultado es una salvaje inmersión en el lado animal que subyace en todo ser humano, realizada a través de la historia iniciática de una joven virginal que empieza a intuir su condición monstruosa al mismo tiempo que descubre el amor, y el sexo. En su trayecto, le acompañan su sádico y a la vez atormentado hermano Paul ,– que canaliza su bestialidad asesinando a prostitutas-, y su amante Oliver, que se enamora de ella más por lo que oculta – su lado felino- que por lo que muestra –una dulzura teñida de inquietante ambigüedad-.
Todas estas emociones extremas hallan su correlato fílmico gracias a una fotografía de tonos rojizos (sangrientos, crepusculares), y a una estilizada puesta en escena, con toques de videoclip ( en el prólogo, y en la secuencia onírica que marca el tramo final de la película), que recrea un mundo irreal en medio de un escenario ya de por sí exótico : la ciudad de Nueva Orleans. También gracias a unos espectaculares efectos especiales, que incluyen explícitas transformaciones de seres humanos en felinos, así como inolvidables escenas gore, necesarias algunas, como la de la mordedura en el brazo, y más discutibles otras, como la de la autopsia a la pantera.
La película traslada, pues, al universo terrorífico todas las obsesiones temáticas y personales de su autor, -aunque ésta vez el guión no sea suyo sino de Alan Ormsby-, a saber: relaciones familiares conflictivas, prácticas sexuales sadomasoquistas y ritualizadas (hay un cierto componente de sacrificio en la imagen de Oliver atando a Irena para hacer el amor con ella), un amor idealizado y entendido como única posibilidad de redención para los personajes (referencias a Dante incluidas) ,etc.
En el apartado interpretativo, como antes apunté, destaca una Nastassja Kinski con el pelo corto que nos deja sin palabras, y a la vez nos las sugiere todas; Malcolm McDowell demostrando que es un buen actor pese a haber trabajado en bodrios del calibre de “Calígula”, de Tinto Brass, y John Heard bordando su papel de amante simultáneamente fascinado y aterrorizado por su amada (como el propio espectador, por otra parte).
Para terminar, deciros que “El beso de la pantera” cuenta con una genial banda sonora a cargo de Giorgio Moroder, que mezcla los ritmos discotequeros tan característicos de los ochenta con sonidos y ecos tribales de procedencia africana. Además, el tema principal de la película está cantado por David Bowie.
¡¡Ojalá vosotros sucumbáis también al ataque de esta peligrosa pero irresistible pantera!!.
Un saludo a todos.
Coheniano.