Resulta difícil poder calificar El vuelo del globo rojo dentro de un género cinematográfico puro. Y para según quienes, hasta difícil de ver.
Su director, Hou Hsiao Hsien mezcla, en partes diferentes el drama costumbrista, el documental, hay partes que rayan los valores estéticos del proyecto DOGMA e incluso se podría decir que algunos tramos que no son más que teatro filmado.
Esto, hace que, en principio, hayas partes de la película que resulten difícil de encajar en la propia trama de la misma, pues al desdibujar sus límites formales, se pasa de una a otra con tal suavidad, que resulta difícil decir donde acaba una y empieza otra, produciendo tal cambo de estilo narrativo que al espectador le cuesta centrarse, y hay momentos en que cuando finalmente lo logra, se pasa de nuevo a otro segmento de la película.
Sin embargo, esta sensación de estar arrastrando algo o de que no se acaba de comprender de todo la película, no lastra a la misma, permitiendo, sobre todo pasado el arranque, que fluya adecuadamente con cada vez una mayor ausencia de lapsos y ganando en coherencia narrativa.
Esta coherencia narrativa se mantiene en un segundo plano ya desde el arranque, y aunque haya ocasiones en las que aparezca emborronada por las tramas secundarias, siempre esta ahí, de manera proactiva o escondida entre las notas de una obra de piano, algo constante durante toda la película y que sirve como hilo conductor en los momentos más introspectivos.
Sin embargo, hay momentos en los que la propia cinta se mira a si misma a través de las vivencias del personaje de Fang y de su intención de hacer una película sobre un globo rojo. Este personaje, podría tratarse de un reflejo del propio director, que de esta manera se implica en la película de tal manera que, lejos de dejarse un papel para si mismo, se introduce como personaje en la trama con el fín de, en lugar de cambiar la historia a su antojo, ser una parte más de la misma, una pieza más del puzzle que es El vuelo del globo rojo, para crecer y evolucionar con ella.
Siendo academiscistas, si hubiera que situar la película dentro de alguno de los géneros típicos de Hollywood, esta entraría con todas las de la ley en la de drama. El problema es que carece de todos aquellos lugares comunes que caracterizan a este género, siendo mucho más cercano a la realidad y obviando ese filtro, esa visión deformadora que puede lograrse al mirar a través de una lente cinematográfica. El problema de este filtro es que, según que códigos genéricos, puede llegar a obviar detalles de la historia como tal y deformándola para que en lugar de encorsetar la realidad entre los límites abstractos del arte, la recorte para dar cabida a ideas y sentimientos, tan variables en su definición formal, que en muy pocas ocasiones se consigue lograr el efecto deseado.
Consciente de estas limitaciones y de lo que quería contar, Hou Hsiao Hsien se desembaraza de estas limitaciones dejando la cámara fija y permitiendo que los personajes desarrollen su propia historia personal ante la cámara. Esto se nota por la descarnada sensación de realismo que impregna las secuencias en las que los actores despliegan la potencia de unos personajes cercanos pero desconocidos, quitándose la máscara de normalidad que todos llevamos y mostrando su autentico aspectos de personas que fingen ser felices, anestesiándose con la vida moderna y su velocidad, con el fín último de no pararse a pensar en su vida, en lo que querían y en lo que realmente tienen, rindiéndose en la mayor parte de los casos en lugar de plantar cara al verdadero culpable.
El film trata de la perdida de oportunidades, del tiempo que se va y que nunca se recupera, del intento por tratar de ser felices, aún cuando este intento esté limitado por la existencia de otras personas que, aunque tratan de ayudar a que eso se consiga, producen el efecto contrario, precisamente por no ser ellas mismas, por guiarse por unos códigos de conducta determinados por la sociedad y que en algún caso choca formalmente con la propia psicología de los personajes, deformándolos y deformándose para tratar de adaptarse a las nueva situación, siendo esta autoimpuesta o no.
Ante este panorama, los personajes tratan de entender, aquellos que pueden, que está pasando, como en el caso de Simon, para el que todo esto es nuevo y cree que se trata de la vida normal de un niño, pero el espectador sufre sabiendo que no lo es y lo que es peor, que nadie se atreve a decírselo por no poner de manifiesto sus propias carencias afectivas, refugiándose bien en el trabajo, bien en aquellos momentos en los que fueron felices, o bien en las dos cosas.
Formalmente, El vuelo del globo rojo es una película que golpea al espectador con toda la fuerza y crudeza de la realidad, sólo para mostrar que, afortunadamente, siempre que da lugar para la poesía en nuestra vida diaria, a pesar de que sea una poesía que deja un regusto amargo, pero esperanzador, por que siempre es posible recuperar el tiempo perdido cono sólo hacer el esfuerzo de estirar el brazo y coger lo mejor de la vida antes de que se esfume.