Coches guapos y chicas rápidas ¿o era al revés? ¿O quizá no?
El caso es que quién se acerque a “Fast & Furious: aún más rápido” (a partir de aquí, F&F) esperando alguna de esas dos cosas, no se sentirán decepcionados. Afortunadamente, lo que lo hagan buscando una buena historia de cine negro, también.
F&F parte de la idea original de una venganza. Vale, original, lo que se dice original, no lo es. Pero es simple ¿eso es malo? Para nada. Cuanto más simple es la historia, antes se identifica el espectador con el leiv motiv de los personajes y antes se hace creíble la historia (todo lo contrario a lo que ocurría en “The Grunge”, en la que necesité de pizarra y tizas de colores para saber quién era quién en la película).
Pero tampoco es del todo cierto que F&F sea una película de cine negro per se, por que casi se podría decir que tiene, en partes muy parecidas, partes de road movie (ojo al homenaje a Mad Max, consciente o no) y de buddy movie. Esta mezcla podría dar lugar a un híbrido enfermizo y estéril, pero afortunadamente, Justin Lin sabe mezclarlos en las proporciones adecuadas para servirnos un cóctel fresco que recuerda a sabores ya degustados en las anteriores entregas, pero que va un paso más allá, mostrándonos más la relación entre los personajes principales, sobre todo entre Dom Y Brian.
La manera de hacerlo es bien sencilla. Para empezar, Justin Lin nos da un aperitivo al estilo de las películas de nuestro chico favorito del MI5, con una secuencia de acción en la que se nos muestra las habilidades de los protagonistas, con ecos de esa secuencia que permiten el arranque de la película como tal.
La parte central del cóctel lo compone la relación de amor/odio que hay entre los protagonistas, aunque eso no quita para como en Fuenteovejuna, junten sus fuerzas para conseguir todos su objetivos, que evidentemente convergen, por h o por b, en el villano de turno.
Se podría pensar que no es lógico que un delincuente exiliado y un solo agente del FBI sean capaces de hacerlo, por que no dan el tipo. Sin embargo, como suele decirse, “a grandes males, grandes remedios”, o como dijo en esencia el comisario Gordon (Gary Oldman para los amigos), para cada villano, hay un héroe determinado. Si Capone tenía como opositor a Elliot Ness, en una época en que la caballerosidad era tarjeta común de visita (buenos trajes, ambientes selectos) para ambos (pero será mejor que no le pregunten a Nitty al respecto), en una época en la que los villanos se distinguen sobre todo por su mal gusto, es normal que unos personajes acorde con ellos pero siendo su reflejo, ni del todo oscuro ni del todo claro, como en el caso de Dom Toretto, y por que no, de Brian O´conner, sean capaces de hacerle frente, sobre todo si tenemos en cuenta que ellos dos podrían dar lugar al héroe perfecto para estas situaciones: en resumen, cabezón y con agallas.
Otro acierto, es el de dar una luz determinada, al estilo de Traffic de Sorderbergh, para cada una de las localizaciones en la que transcurre la acción, sobre todo al principio de la película, consiguiendo de esta manera separara los mundos donde viven los protagonistas principales y confrontando su mundo remarcando de está manera aún más la diferencia que les separa en un principio, o lo que es lo mismo, el principio del viaje que les hace acabar de nuevo juntos (y revueltos), por que les junta mucho más de lo que les separa.
Pero como no podía ser de otra manera, las carreras y persecuciones de coches han de estar en una película de este tipo, sólo que afortunadamente cumplen su cometido a la perfección, integrándose sin problemas en la trama (bueno, quizá la persecución final sea un poco más larga de lo adecuado, pero no todo el mundo puede ser John Frankenheimer y su Ronin), evitando de esta manera el efecto conocido como dientes de sierra por los guionistas, en lo que se produce un efecto de montaña rusa, de puntos álgidos de acción con zonas más tranquilas de diálogo, lo que a la larga produce una sensación de cansancio, repetición y tirones en la trama que no son nada positivas para una película de acción.
Otro aspecto que puede resultar, digámoslo ya, aburrido, son esos intermedios que parecen estar pagados por los fabricantes de coches, de ropa escueta y productores de hip-hop a la sazón en las que aparecen coches, chicas y música sacados de la imaginación del adolescente más necesitado. Pero sin embargo, esos momentos innecesarios para, supuestamente, dar un respiro al espectador entre tanta acción, no existen en F&F, lo que hace que la trama sea fluida y constante, manteniendo la atención del espectador, enganchándole y no dejándole irse hasta el final. Para este fin, en F&F se ha optado por algo mucho más inteligente y coherentemente creativo, que es explicar los entresijos de la relación entre los personajes, lo cual da cuerpo a la trama y a ellos mismos, no conformándose sólo con una bonita fachada, afortunadamente.
Si unimos a esto un final lógico (desde la psicología de los personajes y la ley, lo cual nos hace respirar tranquilos pues en realidad no necesitamos tanto a personajes como Dom y Brian), y muy bien orquestado, lo que serían las últimas gotas del cóctel son dulces y no amargas como podría haber ocurrido de variar un par de líneas de guión. Afortunadamente la historia se completa de manera sensata y no a la sensación de que han estado cerca pero no. No, creo que esta vez, lo han conseguido.
Y si necesitan ayuda, yo me presento voluntario, aunque sea en un Simca 1000 con llamaradas pintadas en los laterales.
He dicho.