Alan Moore y Eddie Campbell
Basado en hechos reales, este cómic habla sobre el efecto que tuvieron sobre la sociedad Londinense los brutales crímenes, que en la segunda mitad del año 1888 cometió el que fue denominado como Jack El Destripador.
Aunque muchos incautos lo han visto como un intento por parte de Moore de desvelar la identidad del asesino, él deja bien claro que no es en ningún momento su intención pues no hay ningún tipo de prueba concluyente que pueda llevar a esa afirmación, así que se sumerge en un retrato muy fiel de la época, la gente, las costumbres y sobre todo, la vida en WhiteChappel, que resulta más aterradora aún si cabe que los mismos crímenes. Así pues los que aún no hayan leído esta maravilla están avisados, Moore no pretende en ningún momento aportar nada nuevo a la historia, el final no es lo importante, si no el contenido. A veces pienso que hubiera sido mejor que dejase la identidad de homicida en el oscuro pozo en que se encuentra.
Volviendo a lo que nos cuentan, todo el mundo recuerda los crímenes, pero nadie recuerda que fue la primera vez que la prensa hizo eco de un asesino en serie y le infló el ego hasta tal punto que se recibieron miles de cartas de supuestos Jack, incluidas algunas auténticas. La incompetente labor policial sirvió para que la prensa tomase un tono amarillo y multiplicase sus ventas entre morbosos y gente que buscaba cualquier motivo para crear disturbios o simplemente un tema para la taberna. WitheChappel era un lugar tan fuera de la ley, tan anárquico, que la ley no tenía cabida, era el enemigo y recibió poca o ninguna ayuda por parte de unas mujeres que eran objeto de malos tratos continuos. Esta situación ha sido tomada como ejemplo en otros casos, como es el de SINCITY de Frank Miller, donde la denominada ‘ciudad del pecado’ mantiene su propia ley y mantiene las puertas cerradas a la policía y practica su propia ley.
Lo más impresionante del cómic no es la historia que nos cuenta en viñetas, si no los anexos que en las páginas finales que tuvieron a bien incluir. En ellas tenemos notas de todas y cada una de las que Moore tomó en su extensa investigación, como justifica lo que se inventa para dar forma a la historia y lo que es real aunque no venga a cuento. Moore no deja opción a ningún pero, discusión, o réplica porque todo está ahí y forma un libro aún más apasionante de leer que la mil veces escrita ‘supuesta’ historia de Jack, aunque en esta no haya pretensiones de desvelar nada.
Un hecho lamentable fue la negativa del gobierno Inglés a la petición de exhumar los cadáveres de las prostitutas por parte de Moore, sobre todo cuando si se lo concedieron a la escritora de Best Sellers Patricia D. Cornwell para su intento fallido de desvelar la identidad del asesino, basándose en una de las miles de cartas recibidas y dejando a los estudiosos del tema con una sonrisa sarcástica, pues solo demuestra que cierto pintor obsesionado con las mujeres escribió una, pero no que fuera el asesino.
Para terminar debo hablar del dibujante y lo hago disculpándome por haberle dado tan poco protagonismo. Lo primero que piensas al ver el cómic es que el dibujo no es nada del otro mundo, pero cuando llevas unas páginas te das cuenta que hablamos del año más oscuro y húmedo del siglo XIX y esa humedad y oscuridad se refleja en cada viñeta. La suciedad de WhiteChappel, tanto por la basura como por el ambiente enfermizo, pobre y vicioso casi parece salir de las viñetas, para conseguir dejarte sin habla en el capítulo del asesinato de Mary Quelly, que he de reconocer que consiguió ponerme mal cuerpo por su inexactitud artística que dejaba todo a la imaginación. Había visto cosas anteriores del Australiano Eddie Campbell (Batman: The Order of Beasts es el que me viene a la mente ahora mismo) y no deja de sorprenderme su versatilidad.
En el año 2001 se realizó una película con el mismo nombre, que casualmente tiene a Jack el Destripador de malo pero que no tiene nada que ver, que nadie lo confunda, se debieron basar en otro cómic.