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 The War of the Worlds (1953)

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Ricci

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MensajeTema: The War of the Worlds (1953)   The War of the Worlds (1953) Icon_minitimeLun Nov 10, 2008 4:13 pm

Título: La Guerra de los Mundos (War of the Worlds)

Director: Byron Haskin

Guión: Barré Lyndon

Producción: George Pál

Actores: Gene Barry, Ann Robinson, Less Tremayne

Año: 1953

Duración: 82 minutos, aproximadamente

Si bien, cuando Spielberg se puso manos a la obra al hacer el remake de esta película, decidió que el telón de fondo sería la separación, generacional más que física de un padre con respecto a su hijo, asumiendo de paso, el peso de la paternidad que antes había logrado esquivar, Byron Haskin amplia el microuniverso paternofilial de Spielberg hasta extremos globales, mostrando (aunque centrándose en los sempiternos salvadores americanitos del norte) la decadencia de un mundo que a las primeras de cambio se olvida de la solidaridad y de salvar el mundo cuando cree (esta falta de Fé es cada vez más marcada según van muriendo siglos y naciendo nuevos y no hay Concilio Vaticano que la levante) que todo esta perdido, decidiendo salvar su pequeño mundo antes que el mundo de los demás. Vamos, que nos partimos la cara por lo que consideramos nuestro.
Teniendo en cuenta la época de la película, es notable el esfuerzo que hace el director por alejarse de las reglas del género de Ciencia Ficción que erán casí mandamientos, la representación de los extraterrestres como el mayor peligro para la raza humana (que en realidad, todo el mundo sabía que eran russkies disfrazados, pero por aquello de no caldear el ambiente de la guerra fría, se lo callaban y lo dejaban entrever, con mayor o menor fortuna, entre líneas normalmente de trazo muy grueso). Por que los extraterrestres eran marcianos, de Marte de toda la vida. Del Planeta rojo, vamos. Y la invasión, de triunfar, podría dejar otro Planeta Rojo. Y claro, hasta ahí se podía llegar.
Otra regla de oro era que normalmente después, y a pesar de que los (o el, como en El enigma de otro mundo), nos zurraban directa (como en esta película, a base de laserazo limpio) o indirectamente (como en Invasores de Marte (ajem)), los americanitos se las componían para, con ayuda de Dios, encontrar el punto débil de los invasores y salvaguardar el estilo de vida americano, que ellos creían era el mejor invento desde la coca-cola.
Este esquema, sencillo de leer y fácil de olvidar, es el que usaban para no entrar en vericuetos y centrar la historia en la lucha en sí, esquema que ya repitió Emmerich a lo bruto en Independence Day.
Precisamente, ese es el mérito de la película de Haskin, que se centra más, bastante más en descubrir el punto débil de los extraterrestres y por tanto, la lucha se circunscribe a un segundo plano. Pero el bueno de Byron lo tuvo fácil. Partía de una excelente historia de H. G. Wells y no hizo otra cosa que trata de volver en imágenes aquella famosa locución radiofónica con que otro Wells, Orson, la lío parda. La verdad es que viéndolo fríamente el es el culpable de que no nos creamos nada de lo que digan los mass media. Lo que le transforma, según creo yo en uno de los grandes benefactores de la humanidad, vamos.
Pero volviendo al tema de la película, es ni más ni menos que la lucha del Hombre contra una fuerza brutal y devastadora, viéndose representada la humanidad por el héroe (en este caso mutado en científico, cosa rara, pues los científicos daban la solución pero no se atrevían a ponerla en práctica), que junto con la sempiterna mujer florero (hacían cafés y poco más, a pesar de tener intereses científicos como en esta película) representaban la generación futura, generación que por aquello de respetar a sus mayores veía como el tío de la chica, y eclesiástico de profesión, se sacrificaba tratando de conseguir detener la invasión (recordad que NO es buena idea blandir un crucifijo contra extraterrestres. Pero al menos te podrán reconocer entre el montón de cenizas humeantes cuando lo vean brillar) sin mover un dedo por detenerlo.
Claro que antes, hubieran muerto otros personajes secundarios (a saber, el aprovechado que quiere sacar tajada de esto, el que se quiere hacer rico rápidamente y el que no tiene personalidad para decir que no a ninguno de los dos anteriores), carece de importancia. Víctimas colaterales, que diríamos ahora.
La verdad es que la película va pivotando entre la esperanza por aquello de que no todo está perdido (la película todavía aprovechaba el tirón de la II Guerra Mundial y la sensación de imbatibilidad) y la desesperación (sobre todo en el último tercio de la película) de que es verdad eso de “que ha todo hay quién pueda”, aunque por supuesto, siempre existe un Poder Superior que, en este caso, saca las castañas del fuego. Una especie de “Deus Ex Machina” pero adaptado a los tiempo que corrían y a la filosofía cristiana.
El merito de Haskin es que logra hacernos ver la miserable importancia que tiene el ser humano, no ya sólo en el Universo, si no en la propia Tierra. Así pues, el mensaje final (como tal) que aparece en la película, aunque disfrazado con ropajes de Primera Comunión, deja entrever, sobre todo viéndola ahora, que la Ecología no es un inventos de los Hippies, Frikis, Neoliberales y demás, si no que viene ya de lejos y que siempre ha estado implícita en cualquier acción del Hombre, y que si la olvidamos, corremos el riesgo de acabar convertidos en cenizas. Y aunque sobrevivamos, el precio que tendríamos que pagar sería tan alto que lo mismo ya no nos sentíamos humanos como tales, transformándonos en una barahúnda sin control con el único objetivo de sobrevivir.
He ahí el mensaje de esta película, que además respeta el espíritu del libro como en su día lo hizo Orson Wells, que no por ser más grandes, somos mejores, al estilo de lo que le sucedía al protagonista de “El Increíble Hombre Menguante”. Y que la vida no se define ni empieza ni mucho menos acaba, por nosotros.
Sin embargo, este mensaje final no es más que la última vuelta de tuerca con el que Haskin abre la película, a saber que la carrera armamentística no es que vaya a acabar con la supremacía de una nación sobre las demás, si no que al estilo de la apocalíptica Ultimátum a la Tierra, (de hecho, parece que Wise y Haskin afortunadamente pensaban lo mismo, a tenor del mensaje, subyacente o no, de sus películas) se nos informa que es posible que tanto ruido de sables atraigan la atención de vecinos que aplican aquello ahora tan tristemente famoso de “Guerra preventiva”, adelantándose Haskin con este mensaje más de medio siglo a las intenciones, no ya de extraterrestres (que de existir, seguro están tan tranquilos en su planeta natal), si no lo que es más triste, de los propios terrestres. Erró en la especie que lo haría, pero no en como se haría. De ahí que la Vida imite al Arte.
















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